Un gran despertar religioso — Estudia la Biblia Hoy





21/43          38 - 58 minutes
Un gran despertar religioso
Un gran despertar religioso
Un gran despertar religioso



Dios no los abandonó durante el chasco, esto permitió que se reanimaran en la esperanza de la Segunda Venida.
Mateo 24:32
RVR1960 32 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. NTV 32 »Ahora, aprendan una lección de la higuera. Cuando las ramas echan brotes y comienzan a salir las hojas, ustedes saben que el verano se acerca.

En la profecía del primer mensaje angelical, en el capítulo 14 del Apocalipsis, se predice un gran despertamiento religioso bajo la influencia de la proclamación de la próxima venida de Cristo. Se ve un “ángel volando en medio del cielo, teniendo un evangelio eterno que anunciar a los que habitan sobre la tierra, y a cada nación, y tribu, y lengua, y pueblo.” “A gran voz” proclama el mensaje: “¡Temed a Dios y dadle gloria; porque ha llegado la hora de su juicio; y adorad al que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua!” Apocalipsis 14:6, 7
RVR1960 7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. NTV 7 «Teman a Dios — gritaba — . Denle gloria a él, porque ha llegado el tiempo en que ocupe su lugar como juez. Adoren al que hizo los cielos, la tierra, el mar y todos los manantiales de agua».

La circunstancia de que se diga que es un ángel el heraldo de esta advertencia, no deja de ser significativa. La divina sabiduría tuvo a bien representar el carácter augusto de la obra que el mensaje debía cumplir y el poder y gloria que debían acompañarlo, por la pureza, la gloria y el poder del mensajero celestial. Y el vuelo del ángel “en medio del cielo,” la “gran voz” con la que se iba a dar la amonestación, y su promulgación a todos “los que habitan” “la tierra” — “a cada nación, y tribu, y lengua, y pueblo,” — evidencian la rapidez y extensión universal del movimiento.

El mismo mensaje revela el tiempo en que este movimiento debe realizarse. Se dice que forma parte del “evangelio eterno;” y que anuncia el principio del juicio. El mensaje de salvación ha sido predicado en todos los siglos; pero este mensaje es parte del Evangelio que sólo podía ser proclamado en los últimos días, pues sólo entonces podía ser verdad que la hora del juicio había llegado. Las profecías presentan una sucesión de acontecimientos que llevan al comienzo del juicio. Esto es particularmente cierto del libro de
[405] Daniel. Pero la parte de su profecía que se refería a los últimos días, debía Daniel cerrarla y sellarla “hasta el tiempo del fin.” Un mensaje relativo al juicio, basado en el cumplimiento de estas profecías, no podía ser proclamado antes de que llegásemos a aquel tiempo. Pero al tiempo del fin, dice el profeta, “muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia será aumentada.” Daniel 12:4
RVR1960 4 Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará. NTV 4 Pero tú, Daniel, mantén en secreto esta profecía; sella el libro hasta el tiempo del fin, cuando muchos correrán de aquí para allá y el conocimiento aumentará.

El apóstol Pablo advirtió a la iglesia que no debía esperar la venida de Cristo en tiempo de él. “Ese día — dijo — no puede venir, sin que” haya venido “primero la apostasía,” y sin que haya sido “revelado el hombre de pecado.” 2 Tesalonicenses 2:3
RVR1960 3 Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, NTV 3 No se dejen engañar por lo que dicen. Pues aquel día no vendrá hasta que haya una gran rebelión contra Dios y se dé a conocer el hombre de anarquía, aquel que trae destrucción.
Sólo después que se haya producido la gran apostasía y se haya cumplido el largo período del reino del “hombre de pecado,” podemos esperar el advenimiento de nuestro Señor. El “hombre de pecado,” que también es llamado “misterio de iniquidad,” “hijo de perdición” y “el inicuo,” representa al papado, el cual, como está predicho en las profecías, conservaría su supremacía durante 1.260 años. Este período terminó en 1798. La venida del Señor no podía verificarse antes de dicha fecha. San Pablo abarca con su aviso toda la dispensación cristiana hasta el año 1798. Sólo después de esta fecha debía ser proclamado el mensaje de la segunda venida de Cristo.

Semejante mensaje no se predicó en los siglos pasados. San Pablo, como lo hemos visto, no lo predicó; predijo a sus hermanos la venida de Cristo para un porvenir muy lejano. Los reformadores no lo proclamaron tampoco. Martín Lutero fijó la fecha del juicio para cerca de trescientos años después de su época. Pero desde 1798 el libro de Daniel ha sido desellado, la ciencia de las profecías ha aumentado y muchos han proclamado el solemne mensaje del juicio cercano.

Así como en el caso de la gran Reforma del siglo XVI, el movimiento adventista surgió simultáneamente en diferentes países de la cristiandad. Tanto en Europa como en América, hubo hombres de fe y de oración que fueron inducidos a estudiar las profecías, y que al escudriñar la Palabra inspirada, hallaron pruebas convincentes de que el fin de todas las cosas era inminente. En diferentes países había grupos aislados de cristianos, que por el solo estudio de las Escrituras, llegaron a creer que el advenimiento del Señor estaba cerca.

En 1821, tres años después de haber llegado Miller a su modo de interpretar las profecías que fijan el tiempo del juicio, el Dr. José Wolff, “el misionero universal,” empezó a proclamar la próxima venida del Señor. Wolff había nacido en Alemania, de origen israelita, pues su padre era rabino. Desde muy temprano se convenció de la verdad de la religión cristiana. Dotado de inteligencia viva y dada a la investigación, solía prestar profunda atención a las conversaciones que se oían en casa de su padre mientras que diariamente se reunían piadosos correligionarios para recordar las esperanzas de su pueblo, la gloria del Mesías venidero y la restauración de Israel. Un día, cuando el niño oyó mencionar a Jesús de Nazaret, preguntó quién era. “Un israelita del mayor talento — le contestaron; — pero como aseveraba ser el Mesías, el tribunal judío le sentenció a muerte.” “¿Por qué entonces — siguió preguntando el niño — está Jerusalén destruída? ¿y por qué estamos cautivos?” “¡Ay, ay! — contestó su padre. — Es porque los judíos mataron a los profetas.” Inmediatamente se le ocurrió al niño que “tal vez Jesús de Nazaret había sido también profeta, y los judíos le mataron siendo inocente.” — Travels and Adventures of the Rev. Joseph Wolff, tomo 1, pág. 6. Este sentimiento era tan vivo, que a pesar de haberle sido prohibido entrar en iglesias cristianas, a menudo se acercaba a ellas para escuchar la predicación.

Cuando tenía apenas siete años habló un día con jactancia a un anciano cristiano vecino suyo del triunfo futuro de Israel y del advenimiento del Mesías. El anciano le dijo entonces con bondad: “Querido niño, te voy a decir quién fue el verdadero Mesías: fue Jesús de Nazaret, ... a quien tus antepasados crucificaron, como también habían matado a los antiguos profetas. Anda a casa y lee el capítulo cincuenta y tres de Isaías, y te convencerás de que Jesucristo es el Hijo de Dios.” — Id., tomo 1, pág. 7. No tardó el niño en convencerse. Se fue a casa y leyó el pasaje correspondiente, maravillándose al ver cuán perfectamente se había cumplido en Jesús de Nazaret. ¿Serían verdad las palabras de aquel cristiano? El muchacho pidió a su padre que le explicara la profecía; pero éste lo recibió con tan severo silencio que nunca más se atrevió a mencionar el asunto. Pero el incidente ahondó su deseo de saber más de la religión cristiana.

El conocimiento que buscaba le era negado premeditadamente en su hogar judío; pero cuando tuvo once años dejó la casa de su padre y salió a recorrer el mundo para educarse por sí mismo y para escoger su religión y su profesión. Se albergó por algún tiempo en casa de unos parientes, pero no tardó en ser expulsado como apóstata, y solo y sin un centavo tuvo que abrirse camino entre extraños. fue de pueblo en pueblo, estudiando con diligencia, y ganándose la vida enseñando hebreo. Debido a la influencia de un maestro católico, fue inducido a aceptar la fe romanista, y se propuso ser misionero para su propio pueblo. Con tal objeto fué, pocos años después, a proseguir sus estudios en el Colegio de la Propaganda, en Roma. Allí, su costumbre de pensar con toda libertad y de hablar con franqueza le hicieron tachar de herejía. Atacaba abiertamente los abusos de la iglesia, e insistía en la necesidad de una reforma. Aunque al principio fue tratado por los dignatarios papales con favor especial, fue luego alejado de Roma. Bajo la vigilancia de la iglesia fue de lugar en lugar, hasta que se hízo evidente que no se le podría obligar jamás a doblegarse al yugo del romanismo. fue declarado incorregible, y se le dejó en libertad para ir donde quisiera. Dirigióse entonces a Inglaterra, y, habiendo abrazado la fe protestante, se unió a la iglesia anglicana. Después de dos años de estudio, dio principio a su misión en 1821.

Al aceptar la gran verdad del primer advenimiento de Cristo como “varón de dolores, experimentado en quebranto,” Wolff comprendió que las profecías presentan con igual claridad su segundo advenimiento en poder y gloría. Y mientras trataba de conducir a su pueblo a Jesús de Nazaret, como al Prometido, y a presentarle su primera venida en humillación como un sacrificio por los pecados de los hombres, le hablaba también de su segunda venida como rey y libertador.

“Jesús de Nazaret — decía, — el verdadero Mesías, cuyas manos y pies fueron traspasados, que fue conducido como cordero al matadero, que fue Varón de dolores y experimentado en quebranto, que vino por primera vez después que el cetro fue apartado de Judá y la vara de gobernador de entre sus pies, vendrá por segunda vez en las nubes del cielo y con trompeta de arcángel.” (Wolff, Researches and Missionary Labors, 62.) “Sus pies se asentarán sobre el Monte de los Olivos. Y el dominio sobre la creación, que fue dado primeramente a Adán y que le fue quitado después Génesis 1:26
RVR1960 26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. NTV 26 Entonces Dios dijo: «Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, para que sean como nosotros. Ellos reinarán sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra y los animales pequeños que corren por el suelo».
Génesis 3:17
RVR1960 17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. NTV 17 Y al hombre le dijo: «Dado que hiciste caso a tu esposa y comiste del fruto del árbol del que te ordené que no comieras, la tierra es maldita por tu culpa. Toda tu vida lucharás para poder vivir de ella.
será dado a Jesús. El será rey sobre toda la tierra. Cesarán los gemidos y lamentos de la creación y oiránse cantos de alabanza y acciones de gracias... Cuando Jesús venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles ... los creyentes que murieron resucitarán los primeros. 1 Tesalonicenses 4:16
RVR1960 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. NTV 16 Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas.
1 Corintios 15:23
RVR1960 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. NTV 23 pero esta resurrección tiene un orden: Cristo fue resucitado como el primero de la cosecha, luego todos los que pertenecen a Cristo serán resucitados cuando él regrese.
Esto es lo que nosotros los cristianos llamamos la primera resurrección. Entonces el reino animal cambiará de naturaleza (Isaías 11:6-9
RVR1960 6 Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. 7 La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. 8 Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. 9 No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar. NTV 6 En ese día el lobo y el cordero vivirán juntos, y el leopardo se echará junto al cabrito. El ternero y el potro estarán seguros junto al león, y un niño pequeño los guiará a todos. 7 La vaca pastará cerca del oso, el cachorro y el ternero se echarán juntos, y el león comerá heno como las vacas. 8 El bebé jugará seguro cerca de la guarida de la cobra; así es, un niño pequeño meterá la mano en un nido de víboras mortales y no le pasará nada. 9 En todo mi monte santo no habrá nada que destruya o haga daño, porque así como las aguas llenan el mar, así también la tierra estará llena de gente que conocerá al Señor.
), y será sometido a Jesús. Salmos 8
RVR1960 1 ! ! Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; 2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo. 3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? 5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. 6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: 7 Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, 8 Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. 9 ! ! Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra! Salmos 8: 2 : Mt. 21.
16. Salmos 8: 4 : Job 7.
17-18; Sal. 144.
3; He. 2.
6-8. Salmos 8: 6 : 1 Co. 15.
27; Ef. 1.
22; He. 2.
8.
NTV Para el director del coro: salmo de David; acompáñese con instrumento de cuerda. 1 Oh Señor, Señor nuestro, ¡tu majestuoso nombre llena la tierra! Tu gloria es más alta que los cielos. 2 A los niños y a los bebés les has enseñado a hablar de tu fuerza; así silencias a tus enemigos y a todos los que se te oponen. 3 Cuando miro el cielo de noche y veo la obra de tus dedos — la luna y las estrellas que pusiste en su lugar — , me pregunto: 4 ¿qué son los simples mortales para que pienses en ellos, los seres humanos para que de ellos te ocupes? 5 Sin embargo, los hiciste un poco menor que Dios y los coronaste de gloria y honor. 6 Los pusiste a cargo de todo lo que creaste, y sometiste todas las cosas bajo su autoridad: 7 los rebaños y las manadas y todos los animales salvajes, 8 las aves del cielo, los peces del mar, y todo lo que nada por las corrientes oceánicas. 9 Oh Señor, Señor nuestro, ¡tu majestuoso nombre llena la tierra!
. Prevalecerá la paz universal.” — Journal of the Rev. Joseph Wolff, 378, 379. “El Señor volverá a mirar la tierra, y dirá que todo es muy bueno.” — Id., 294.

Wolff creía inminente la venida del Señor. Según su interpretación de los períodos proféticos, la gran consumación debía verificarse en fecha no muy diferente de la señalada por Miller. A los que se fundaban en el pasaje: “Del día y hora nadie sabe,” para afirmar que nadie podía saber nada respecto a la proximidad del advenimiento, Wolff les contestaba: “¿Dijo el Señor que el día y la hora no se sabrían jamás? ¿No nos dio señales de los tiempos, para que reconociéramos siquiera la proximidad de su venida, como se reconoce la cercanía del estío por la higuera cuando brotan sus hojas? Mateo 24:32
RVR1960 32 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. NTV 32 »Ahora, aprendan una lección de la higuera. Cuando las ramas echan brotes y comienzan a salir las hojas, ustedes saben que el verano se acerca.
¿No conoceremos jamás ese tiempo, cuando él mismo nos exhortó no sólo a leer la profecía de Daniel sino también a comprenderla? Y es precisamente en Daniel donde se dice que las palabras serían selladas hasta el tiempo del fin (lo que era el caso en su tiempo), y que ‘muchos correrán de aquí para allá’ (expresión hebraica que significa observar y pensar en el tiempo), y ‘la ciencia’ respecto a ese tiempo será aumentada. Daniel 12:4
RVR1960 4 Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará. NTV 4 Pero tú, Daniel, mantén en secreto esta profecía; sella el libro hasta el tiempo del fin, cuando muchos correrán de aquí para allá y el conocimiento aumentará.
Además, nuestro Señor no dice que la proximidad del tiempo no será conocida, sino que nadie sabe con exactitude el ‘día’ ni la ‘hora.’ Dice que se sabrá bastante por las señales de los tiempos, para inducirnos a que nos preparemos para su venida, así como Noé preparó el arca.” — Wolff, Researches and Missionary Labors, págs. 404, 405.

Respecto al sistema popular de interpretar, o mejor dicho de torcer las Sagradas Escrituras, Wolff escribió: “La mayoría de las iglesias cristianas se ha apartado del claro sentido de las Escrituras, para adoptar el sistema fantástico de los budistas; creen que la dicha futura de la humanidad consistirá en cernerse en el aire, y suponen que cuando se lee judíos, debe entenderse gentiles; y cuando se lee Jerusalén, debe entenderse la iglesia; y que si se habla de la tierra, es por decir cielo; que por la venida del Señor debe entenderse el progreso de las sociedades de misiones; y que subir a la montaña de la casa del Señor significa una gran asamblea de los metodistas.” — Journal of the Rev. Joseph Wolff, 96.

Durante los veinticuatro años que transcurrieron de 1821 a 1845, Wolff hizo muchísimos viajes: recorrió en Africa, Egipto y Abisinia; en Asia, la Palestina, Siria, Persia, Bokara y la India. Visitó también los Estados Unidos de Norteamérica, y de paso para aquel país predicó en la isla de Santa Elena. Llegó a Nueva York en agosto de 1837, y después de haber hablado en aquella ciudad, predicó en Filadelfia y Baltimore, y finalmente se dirigió a Wáshington. Allí, dice, “debido a una proposición hecha por el ex presidente Juan Quincy Adams, en una de las cámaras del congreso, se me concedió por unanimidad el uso del salón del congreso para una conferencia que dí un sábado, y que fue honrada con la presencia de todos los miembros del congreso, como también del obispo de Virginia, y del clero y de los vecinos de Wáshington. El mismo honor me fue conferido por los miembros del gobierno de Nueva Jersey y de Pensilvania, en cuya presencia dí conferencias sobre mis investigaciones en el Asia, como también sobre el reinado personal de Jesucristo.” — Id., 398, 399.

El Dr. Wolff visitó los países más bárbaros sin contar con la protección de ningún gobierno europeo, sufriendo muchas privaciones y rodeado de peligros sin número. fue apaleado y reducido al hambre, vendido como esclavo y condenado tres veces a muerte. fue atacado por bandidos y a veces estuvo a punto de morir de sed. Una vez fue despojado de cuanto poseía, y tuvo que andar centenares de millas a pie a través de las montañas, con la nieve azotándole la cara y con pies descalzos entumecidos por el contacto del suelo helado.

Cuando se le aconsejó que no fuera sin armas entre tribus salvajes y hostiles, declaró estar provisto de armas: “la oración, el celo por Cristo y la confianza en su ayuda.” “Además — decía, — llevo el amor de Dios y de mi prójimo en mi corazón, y la Biblia en la mano.” — W. H. D. Adams, In Perils Oft, 192. Doquiera fuese llevaba siempre consigo la Biblia en hebreo e inglés. Hablando de uno de sus últimos viajes, dice: “Solía tener la Biblia abierta en mis manos. Sentía que mi fuerza estaba en el Libro, y que su poder me sostendría.” — Id., 201.

Perseveró así en sus labores hasta que el mensaje del juicio quedó proclamado en gran parte del mundo habitado. Distribuyó la Palabra de Dios entre judíos, turcos, parsis e hindúes y entre otros muchos pueblos y razas, anunciando por todas partes la llegada del reino del Mesías.

En sus viajes por Bokara encontró profesada la doctrina de la próxima venida del Señor entre un pueblo remoto y aislado. Los árabes del Yemen, dice, “poseen un libro llamado Seera, que anuncia la segunda venida de Cristo y su reino de gloria, y esperan que grandes acontecimientos han de desarrollarse en el año 1840.” — Journal of the Rev. Joseph Wolff, 377. “En el Yemen ... pasé seis días con los hijos de Recab. No beben vino, no plantan viñas, ni siembran semillas, viven en tiendas y recuerdan las palabras de Jonadab, hijo de Recab; y encontré entre ellos hijos de Israel de la tribu de Dan, ... quienes, en común con los hijos de Recab, esperan que antes de mucho vendrá el Mesías en las nubes del cielo.” — Id., 389.
Otro misionero encontró una creencia parecida en Tartaria. Un sacerdote tártaro preguntó al misionero cuándo vendría Cristo por segunda vez. Cuando el misionero le contestó que no sabía nada de eso, el sacerdote pareció admirarse mucho de tanta ignorancia por parte de uno que profesaba enseñar la Biblia, y manifestó su propia creencia fundada en la profecía de que Cristo vendría hacia 1844.

Desde 1826 el mensaje del advenimiento empezó a ser predicado en Inglaterra. Pero en este país el movimiento no tomó forma tan definida como en los Estados Unidos de Norteamérica; no se enseñaba tan generalmente la fecha exacta del advenimiento, pero la gran verdad de la próxima venida de Cristo en poder y gloria fue extensamente proclamada. Y eso no sólo entre los disidentes y no conformistas. El escritor inglés Mourant Brock dice que cerca de setecientos ministros de la iglesia anglicana predicaban este “evangelio del reino.” El mensaje que fijaba el año 1844 como fecha de la venida del Señor fue también proclamado en Gran Bretaña. Circularon profusamente las publicaciones adventistas procedentes de los Estados Unidos. Se reimprimieron libros y periódicos en Inglaterra. Y en 1842, Roberto Winter, súbdito inglés que había aceptado la fe adventista en Norteamérica, regresó a su país para anunciar la venida del Señor. Muchos se unieron a él en la obra, y el mensaje del juicio fue proclamado en varias partes de Inglaterra.

En la América del Sur, en medio de la barbarie y de las supercherías de los ministros de la religión, el jesuíta chileno Lacunza se abrió camino hasta las Sagradas Escrituras y allí encontró la verdad de la próxima vuelta de Cristo. Impelido a dar el aviso, pero deseando no obstante librarse de la censura de Roma, publicó sus opiniones bajo el seudónimo de “Rabbi Ben-Ezra,” dándose por judío convertido. Lacunza vivió en el siglo XVIII, pero fue tan sólo hacia 1825 cuando su libro fue traducido al inglés en Londres. Su publicación contribuyó a aumentar el interés que se estaba despertando ya en Inglaterra por la cuestión del segundo advenimiento. (Véase el Apéndice.)

En Alemania, esta doctrina había sido enseñada en el siglo XVIII por Bengel, ministro de la iglesia luterana y célebre teólogo y crítico. Al terminar su educación, Bengel se había “dedicado al estudio de la teología, hacia la cual se sentía naturalmente inclinado por el carácter grave y religioso de su espíritu, que ganó en profundidad y robustez merced a su temprana educación y a la disciplina. Como otros jóvenes de carácter reflexivo antes y después de él, tuvo que luchar con dudas y dificultades de índole religiosa, y él mismo alude, con mucho sentimiento, a los ‘muchos dardos que atravesaron su pobre corazón, y que amargaron su juventud.’” Llegado a ser miembro del consistorio de Wurtemberg, abogó por la causa de la libertad religiosa. “Si bien defendía los derechos y privilegios de la iglesia, abogaba por que se concediera toda libertad razonable a los que se sentían constreñidos por motivos de conciencia a abandonar la iglesia oficial.” — Encyclopædia Britannica, 9a. edición, art. “Bengel.” Aún se dejan sentir hoy día en su país natal los buenos efectos de su política.

Mientras estaba preparando un sermón sobre Apocalipsis 21
RVR1960 1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. 5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. 6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. 8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. 9 Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. 10 Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11 teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. 12 Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; 13 al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. 14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. 15 El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16 La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. 17 Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. 18 El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; 19 y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; 20 el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. 21 Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio. 22 Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. 24 Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. Apocalipsis 21: 1 : Is. 65.
17; chapter 66.
22; 2 P. 3.
13. Apocalipsis 21: 2 : Is. 52.
1. Apocalipsis 21: 2 : Ap. 3.
12. Apocalipsis 21: 2 : Is. 61.
10. Apocalipsis 21: 3 : Ez. 37.
27. Apocalipsis 21: 4 : Is. 25.
8. Apocalipsis 21: 4 : Is. 65.
19. Apocalipsis 21: 6 : Is. 55.
1. Apocalipsis 21: 7 : 2 S. 7.
14; 1 Cr. 17.
13. Apocalipsis 21: 10 : Ez. 40.
2. Apocalipsis 21: 13 : Ez. 48.
30-34. Apocalipsis 21: 15 : Ez. 40.
3. Apocalipsis 21: 21 : Is. 54.
11-12. Apocalipsis 21: 23 : Is. 60.
19. Apocalipsis 21: 26 : Is. 60.
11. Apocalipsis 21: 27 : Is. 52.
1.
NTV 1 Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. 2 Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una novia hermosamente vestida para su esposo. 3 Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. 4 Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más». 5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: «¡Miren, hago nuevas todas las cosas! ». Entonces me dijo: «Escribe esto, porque lo que te digo es verdadero y digno de confianza». 6 También dijo: «¡Todo ha terminado! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. A todo el que tenga sed, yo le daré a beber gratuitamente de los manantiales del agua de la vida. 7 Los que salgan vencedores heredarán todas esas bendiciones, y yo seré su Dios, y ellos serán mis hijos. 8 »Pero los cobardes, los incrédulos, los corruptos, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican la brujería, los que rinden culto a ídolos y todos los mentirosos, tendrán su destino en el lago de fuego que arde con azufre. Esta es la segunda muerte». 9 Entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas con las últimas siete plagas se me acercó y me dijo: «¡Ven conmigo! Te mostraré a la novia, la esposa del Cordero». 10 Así que me llevó en el Espíritu a una montaña grande y alta, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, desde la presencia de Dios. 11 Resplandecía de la gloria de Dios y brillaba como una piedra preciosa, como un jaspe tan transparente como el cristal. 12 La muralla de la ciudad era alta y ancha, y tenía doce puertas vigiladas por doce ángeles. Los nombres de las doce tribus de Israel estaban escritos en las puertas. 13 Había tres puertas a cada lado: al oriente, al norte, al sur y al occidente. 14 La muralla de la ciudad estaba fundada sobre doce piedras, las cuales llevaban escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero. 15 El ángel que hablaba conmigo tenía en la mano una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. 16 Cuando la midió se dio cuenta de que era cuadrada, que medía lo mismo de ancho que de largo. En realidad, medía 2220 kilómetros de largo, lo mismo de alto y lo mismo de ancho. 17 Después midió el grosor de las murallas, que eran de sesenta y cinco metros (según la medida humana que el ángel usó). 18 La muralla estaba hecha de jaspe, y la ciudad era de oro puro y tan cristalino como el vidrio. 19 La muralla de la ciudad estaba fundada sobre doce piedras, cada una adornada con una piedra preciosa: la primera con jaspe, la segunda con zafiro, la tercera con ágata, la cuarta con esmeralda, 20 la quinta con ónice, la sexta con cornalina, la séptima con crisólito, la octava con berilo, la novena con topacio, la décima con crisoprasa, la undécima con jacinto y la duodécima con amatista. 21 Las doce puertas estaban hechas de perlas, ¡cada puerta hecha de una sola perla! Y la calle principal era de oro puro y tan cristalino como el vidrio. 22 No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo. 23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, porque la gloria de Dios ilumina la ciudad, y el Cordero es su luz. 24 Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes del mundo entrarán en ella con toda su gloria. 25 Las puertas nunca se cerrarán al terminar el día porque allí no existe la noche. 26 Todas las naciones llevarán su gloria y honor a la ciudad. 27 No se permitirá la entrada a ninguna cosa mala ni tampoco a nadie que practique la idolatría y el engaño. Solo podrán entrar los que tengan su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero.
para un “domingo de advento” la luz de la segunda venida de Cristo se hizo en la mente de Bengel. Las profecías del Apocalipsis se desplegaron ante su inteligencia como nunca antes. Como anonadado por el sentimiento de la importancia maravillosa y de la gloria incomparable de las escenas descritas por el profeta, se vio obligado a retraerse por algún tiempo de la contemplación del asunto. Pero en el púlpito se le volvió a presentar éste en toda su claridad y su poder. Desde entonces se dedicó al estudio de las profecías, especialmente las del Apocalipsis, y pronto llegó a creer que ellas señalan la proximidad de la venida de Cristo. La fecha que él fijó para el segundo advenimiento no difería más que en muy pocos años de la que fue determinada después por Miller.

Los escritos de Bengel se propagaron por toda la cristiandad. Sus opiniones acerca de la profecía fueron adoptadas en forma bastante general en su propio estado de Wurtemberg, y hasta cierto punto en otras partes de Alemania. El movimiento continuó después de su muerte, y el mensaje del advenimiento se dejó oír en Alemania al mismo tiempo que estaba llamando la atención en otros países. Desde fecha temprana algunos de los creyentes fueron a Rusia, y formaron allí colonias, y la fe de la próxima venida de Cristo está aún viva entre las iglesias alemanas de aquel país.

La luz brilló también en Francia y en Suiza. En Ginebra, donde Farel y Calvino propagaran las verdades de la Reforma, Gaussen predicó el mensaje del segundo advenimiento. Cuando era aún estudiante, Gaussen había conocido el espíritu racionalista que dominaba en toda Europa hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, y cuando entró en el ministerio no sólo ignoraba lo que era la fe verdadera, sino que se sentía inclinado al escepticismo. En su juventud se había interesado en el estudio de la profecía. Después de haber leído la Historia Antigua de Rollin, su atención fue atraída al segundo capítulo de Daniel, y le sorprendió la maravillosa exactitud con que se había cumplido la profecía, según resalta de la relación del historiador. Había en ésta un testimonio en favor de la inspiración de las Escrituras, que fue para él como un ancla en medio de los peligros de los años posteriores. No podía conformarse con las enseñanzas del racionalismo, y al estudiar la Biblia en busca de luz más clara, fue conducido, después de algún tiempo, a una fe positiva.

Al continuar sus investigaciones sobre las profecías, llegó a creer que la venida del Señor era inminente. Impresionado por la solemnidad e importancia de esta gran verdad, deseó presentarla al pueblo, pero la creencia popular de que las profecías de Daniel son misterios y no pueden ser entendidas, le resultó obstáculo serio. Al fin resolvió — como Farel lo había hecho antes que él en la evangelización de Ginebra — empezar con los niños, esperando por medio de ellos alcanzar a los padres.

Al hablar de su propósito en esta tarea, decía él, tiempo después: “Deseo que se comprenda que no es a causa de su escasa importancia, sino a causa de su gran valor, por lo que yo deseaba presentar esas enseñanzas en esta forma familiar y por qué las dirigía a los niños. Deseaba que se me oyese, y temía que no se me escuchara si me dirigía primero a los adultos.” “Resolví por consiguiente dirigirme a los más jóvenes. Re/uno pues una asistencia de niños; si ésta aumenta, si se ve que los niños escuchan, que están contentos e interesados, que comprenden el tema y saben exponerlo, estoy seguro de tener pronto otro círculo de oyentes, y a su vez los adultos verán que vale la pena sentarse y estudiar. Y así se gana la causa.” — Gaussen, Daniel le Prophète, tomo 2, prefacio.

El esfuerzo fue recompensado. Al dirigirse a los niños, tuvo el gusto de ver acudir a la reunión a personas mayores. Las galerías de su iglesia se llenaban de oyentes atentos. Entre ellos había hombres de posición y saber, así como extranjeros y otras personas que estaban de paso en Ginebra; y así el mensaje era llevado a otras partes.

Animado por el éxito, Gaussen publicó sus lecciones, con la esperanza de promover el estudio de los libros proféticos en las iglesias de los pueblos que hablan francés. “Publicar las lecciones dadas a los niños — dice Gaussen, — equivale a decir a los adultos, que hartas veces descuidan la lectura de dichos libros so pretexto de que son obscuros: ‘¿Cómo pueden serlo, cuando vuestros niños los entienden?’ ” “Tenía un gran deseo — agrega, — de popularizar el conocimiento de las profecías entre nuestros rebaños, en cuanto fuera posible.” “En realidad no hay estudio que parezca responder mejor a las necesidades de la época.” “Por medio de él debemos prepararnos para la tribulación cercana y velar, y esperar a Jesucristo.”

Aunque Gaussen era uno de los predicadores más distinguidos y de mayor aceptación entre el público de idioma francés, fue suspendido del ministerio por el delito de haber hecho uso de la Biblia al instruir a la juventud, en lugar del catecismo de la iglesia, manual insípido y racionalista, casi desprovisto de fe positiva. Posteriormente fue profesor en una escuela de teología, sin dejar de proseguir su obra de catequista todos los domingos, dirigiéndose a los niños e instruyéndolos en las Sagradas Escrituras. Sus obras sobre las profecías despertaron también mucho interés. Desde la cátedra, desde las columnas de la prensa y por medio de su ocupación favorita como maestro de los niños, siguió aún muchos años ejerciendo extensa influencia y llamando la atención de muchos hacia el estudio de las profecías que enseñaban que la venida del Señor se acercaba.

El mensaje del advenimiento fue proclamado también en Escandinavia, y despertó interés por todo el país. Muchos fueron turbados en su falsa seguridad, confesaron y dejaron sus pecados y buscaron perdón en Cristo. Pero el clero de la iglesia oficial se opuso al movimiento, y debido a su influencia algunos de los que predicaban el mensaje fueron encarcelados. En muchos puntos donde los predicadores de la próxima venida del Señor fueron así reducidos al silencio, plugo a Dios enviar el mensaje, de modo milagroso, por conducto de niños pequeños. Como eran menores de edad, la ley del estado no podía impedírselo, y se les dejó hablar sin molestarlos.

El movimiento cundió principalmente entre la clase baja, y era en las humildes viviendas de los trabajadores donde la gente se reunía para oír la amonestación. Los mismos predicadores infantiles eran en su mayoría pobres rústicos. Algunos de ellos no tenían más de seis a ocho años de edad, y aunque sus vidas testificaban que amaban al Salvador y que procuraban obedecer los santos preceptos de Dios, no podían dar prueba de mayor inteligencia y pericia que las que se suelen ver en los niños de esa edad. Sin embargo, cuando se encontraban ante el pueblo, era de toda evidencia que los movía una influencia superior a sus propios dones naturales. Su tono y sus ademanes cambiaban, y daban la amonestación del juicio con poder y solemnidad, empleando las palabras mismas de las Sagradas Escrituras: “¡Temed a Dios, y dadle gloria; porque ha llegado la hora de su juicio!” Reprobaban los pecados del pueblo, condenando no solamente la inmoralidad y el vicio, sino también la mundanalidad y la apostasía, y exhortaban a sus oyentes a huir de la ira venidera.

La gente oía temblando. El Espíritu convincente de Dios hablaba a sus corazones. Muchos eran inducidos a escudriñar las Santas Escrituras con profundo interés; los intemperantes y los viciosos se enmendaban, otros renunciaban a sus hábitos deshonestos y se realizaba una obra tal, que hasta los ministros de la iglesia oficial se vieron obligados a reconocer que la mano de Dios estaba en el movimiento.

Dios quería que las nuevas de la venida del Salvador fuesen publicadas en los países escandinavos, y cuando las voces de sus siervos fueron reducidas al silencio, puso su Espíritu en los niños para que la obra pudiese hacerse. Cuando Jesús se acercó a Jerusalén, seguido de alegres muchedumbres que, con gritos de triunfo y ondeando palmas, le aclamaron Hijo de David, los fariseos envidiosos le intimaron para que hiciese callar al pueblo; pero Jesús contestó que todo eso se realizaba en cumplimiento de la profecía, y que si la gente callaba las mismas piedras clamarían. El pueblo, intimidado por las amenazas de los sacerdotes y de los escribas, dejó de lanzar aclamaciones de júbilo al entrar por las puertas de Jerusalén; pero en los atrios del templo los niños reanudaron el canto y, agitando sus palmas, exclamaban: “¡Hosanna al Hijo de David!” Mateo 21:8
RVR1960 8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. NTV 8 De la multitud presente, la mayoría tendió sus prendas sobre el camino delante de él, y otros cortaron ramas de los árboles y las extendieron sobre el camino.
- 16 Cuando los fariseos, con amargo descontento, dijeron a Jesús: “¿Oyes lo que éstos dicen?” el Señor contestó: “Sí: ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” Así como Dios actuó por conducto de los niños en tiempo del primer advenimiento de Cristo, así también intervino por medio de ellos para proclamar el mensaje de su segundo advenimiento. Y es que tiene que cumplirse la Palabra de Dios que dice que la proclamación de la venida del Salvador debe ser llevada a todos los pueblos, lenguas y naciones.

A Guillermo Miller y a sus colaboradores les fue encomendada la misión de predicar la amonestación en los Estados Unidos de Norteamérica. Dicho país vino a ser el centro del gran movimiento adventista. Allí fue donde la profecía del mensaje del primer ángel tuvo su cumplimiento más directo. Los escritos de Miller y de sus compañeros se propagaron hasta en países lejanos. Adonde quiera que hubiesen penetrado misioneros allá también fueron llevadas las alegres nuevas de la pronta venida de Cristo. Por todas partes fue predicado el mensaje del Evangelio eterno: “¡Temed a Dios y dadle gloria; porque ha llegado la hora de su juicio!”

El testimonio de las profecías que parecían señalar la fecha de la venida de Cristo para la primavera de 1844 se arraigó profundamente en la mente del pueblo. Al pasar de un estado a otro, el mensaje despertaba vivo interés por todas partes. Muchos estaban convencidos de que los argumentos de los pasajes proféticos eran correctos, y, sacrificando el orgullo de la opinión propia, aceptaban alegremente la verdad. Algunos ministros dejaron también a un lado sus opiniones y sentimientos sectarios y con ellos sus mismos sueldos y sus iglesias, y se pusieron a proclamar la venida de Jesús. Fueron sin embargo comparativamente pocos los ministros que aceptaron este mensaje; por eso la proclamación de éste fue confiada en gran parte a humildes laicos. Los agricultores abandonaban sus campos, los artesanos sus herramientas, los comerciantes sus negocios, los profesionales sus puestos, y no obstante el número de los obreros era pequeño comparado con la obra que había que hacer. La condición de una iglesia impía y de un mundo sumergido en la maldad, oprimía el alma de los verdaderos centinelas, que sufrían voluntariamente trabajos y privaciones para invitar a los hombres a arrepentirse para salvarse. A pesar de la oposición de Satanás, la obra siguió adelante, y la verdad del advenimiento fue aceptada por muchos miles.

Por todas partes se oía el testimonio escrutador que amonestaba a los pecadores, tanto mundanos como miembros de iglesia, para que huyesen de la ira venidera. Como Juan el Bautista, el precursor de Cristo, los predicadores ponían la segur a la raíz del árbol e instaban a todos a que hiciesen frutos dignos de arrepentimiento. Sus llamamientos conmovedores contrastaban notablemente con las seguridades de paz y salvación que se oían desde los púlpitos populares; y dondequiera que se proclamaba el mensaje, conmovía al pueblo. El testimonio sencillo y directo de las Sagradas Escrituras, inculcado en el corazón de los hombres por el poder del Espíritu Santo, producía una fuerza de convicción a la que sólo pocos podían resistir. Personas que profesaban cierta religiosidad fueron despertadas de su falsa seguridad. Vieron sus apostasías, su mundanalidad y poca fe, su orgullo y egoísmo. Muchos buscaron al Señor con arrepentimiento y humillación. El apego que por tanto tiempo se había dejado sentir por las cosas terrenales se dejó entonces sentir por las cosas del cielo. El Espíritu de Dios descansaba sobre ellos, y con corazones ablandados y subyugados se unían para exclamar: “¡Temed a Dios y dadle gloria; porque ha llegado la hora de su juicio!”

Los pecadores preguntaban llorando: “¿Qué debo yo hacer para ser salvo?” Aquellos cuyas vidas se habían hecho notar por su mala fe, deseaban hacer restituciones. Todos los que encontraban paz en Cristo ansiaban ver a otros participar de la misma bendición. Los corazones de los padres se volvían hacia sus hijos, y los corazones de los hijos hacia sus padres. Los obstáculos levantados por el orgullo y la reserva desaparecían. Se hacían sentidas confesiones y los miembros de la familia trabajaban por la salvación de los más cercanos y más queridos. A menudo se oían voces de ardiente intercesión. Por todas partes había almas que con angustia luchaban con Dios. Muchos pasaban toda la noche en oración para tener la seguridad de que sus propios pecados eran perdonados, o para obtener la conversión de sus parientes o vecinos.

Todas las clases de la sociedad se agolpaban en las reuniones de los adventistas. Ricos y pobres, grandes y pequeños ansiaban por varias razones oír ellos mismos la doctrina del segundo advenimiento. El Señor contenía el espíritu de oposición mientras que sus siervos daban razón de su fe. A veces el instrumento era débil; pero el Espíritu de Dios daba poder a su verdad. Se sentía en esas asambleas la presencia de los santos ángeles, y cada día muchas personas eran añadidas al número de los creyentes. Siempre que se exponían los argumentos en favor de la próxima venida de Cristo, había grandes multitudes que escuchaban embelesadas. No parecía sino que el cielo y la tierra se juntaban. El poder de Dios era sentido por ancianos, jóvenes y adultos. Los hombres volvían a sus casas cantando alabanzas, y sus alegres acentos rompían el silencio de la noche. Ninguno de los que asistieron a las reuniones podrá olvidar jamás escenas de tan vivo interés.

La proclamación de una fecha determinada para la venida de Cristo suscitó gran oposición por parte de muchas personas de todas las clases, desde el pastor hasta el pecador más vicioso y atrevido. Cumpliéronse así las palabras de la profecía que decían: “En los postrimeros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.” 2 Pedro 3:3, 4. Muchos que profesaban amar al Salvador declaraban que no se oponían a la doctrina del segundo advenimiento, sino tan sólo a que se le fijara una fecha. Pero el ojo escrutador de Dios leía en sus corazones. En realidad lo que había era que no querían oír decir que Cristo estaba por venir para juzgar al mundo en justicia. Habían sido siervos infieles, sus obras no hubieran podido soportar la inspección del Dios que escudriña los corazones, y temían comparecer ante su Señor. Como los judíos en tiempo del primer advenimiento de Cristo, no estaban preparados para dar la bienvenida a Jesús. No sólo se negaban a escuchar los claros argumentos de la Biblia, sino que ridiculizaban a los que esperaban al Señor. Satanás y sus ángeles se regocijaban de esto y arrojaban a la cara de Cristo y de sus santos ángeles la afrenta de que los que profesaban ser su pueblo le amaban tan poco que ni deseaban su aparición.

“Nadie sabe el día ni la hora” era el argumento aducido con más frecuencia por los que rechazaban la fe del advenimiento. El pasaje bíblico dice: “Empero del día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo.” Mateo 24:36
RVR1960 36 Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. NTV 36 »Sin embargo, nadie sabe el día ni la hora en que sucederán estas cosas, ni siquiera los ángeles en el cielo ni el propio Hijo. Solo el Padre lo sabe.
Los que estaban esperando al Señor dieron una explicación clara y armoniosa de esta cita bíblica, y resultó claramente refutada la falsa interpretación que de ella hacían sus adversarios. Esas palabras fueron pronunciadas por Cristo en la memorable conversación que tuvo con sus discípulos en el Monte de los Olivos, después de haber salido del templo por última vez. Los discípulos habían preguntado: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?” Jesús les dio las señales, y les dijo: “Cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas.” No debe interpretarse una declaración del Salvador en forma que venga a anular otra. Aunque nadie sepa el día ni la hora de su venida, se nos exhorta y se requiere de nosotros que sepamos cuando está cerca. Se nos enseña, además, que menospreciar su aviso y negarse a averiguar cuándo su advenimiento esté cercano, será tan fatal para nosotros como lo fue para los que viviendo en días de Noé no supieron cuándo vendría el diluvio. Y la parábola del mismo capítulo que pone en contraste al siervo fiel y al malo y que señala la suerte de aquel que dice en su corazón: “Mi señor se tarda en venir,” enseña cómo considerará y recompensará Cristo a los que encuentre velando y proclamando su venida, y a los que la nieguen. “Velad pues,” dice, y añade: “Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando su señor viniere, le hallare haciendo así.” Mateo 24:3
RVR1960 3 Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? NTV 3 Más tarde, Jesús se sentó en el monte de los Olivos. Sus discípulos se le acercaron en privado y le dijeron: — Dinos, ¿cuándo sucederá todo eso? ¿Qué señal marcará tu regreso y el fin del mundo?
Mateo 24:33
RVR1960 33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. NTV 33 De la misma manera, cuando vean que suceden todas estas cosas, sabrán que su regreso está muy cerca, a las puertas.
Mateo 24:42-51
RVR1960 42 Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. 43 Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. 44 Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. 45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? 46 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. 47 De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. 48 Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; 49 y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, 50 vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, 51 y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes. NTV 42 »¡Así que ustedes también deben estar alerta! , porque no saben qué día vendrá su Señor. 43 Entiendan lo siguiente: si el dueño de una casa supiera exactamente a qué hora viene un ladrón, se mantendría alerta y no dejaría que asaltara su casa. 44 Ustedes también deben estar preparados todo el tiempo, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen. 45 »Un sirviente fiel y sensato es aquel a quien el amo puede darle la responsabilidad de dirigir a los demás sirvientes y alimentarlos. 46 Si el amo regresa y encuentra que el sirviente ha hecho un buen trabajo, habrá una recompensa. 47 Les digo la verdad, el amo pondrá a ese sirviente a cargo de todo lo que posee. 48 ¿Pero qué tal si el sirviente es malo y piensa: “Mi amo no regresará por un tiempo” 49 y comienza a golpear a los otros sirvientes, a parrandear y a emborracharse? 50 El amo regresará inesperadamente y sin previo aviso, 51 cortará al sirviente en pedazos y le asignará un lugar con los hipócritas. En ese lugar habrá llanto y rechinar de dientes.
“Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti.” Apocalipsis 3:3
RVR1960 3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. NTV 3 Vuelve a lo que escuchaste y creíste al principio, y retenlo con firmeza. Arrepiéntete y regresa a mí. Si no despiertas, vendré a ti de repente, cuando menos lo esperes, como lo hace un ladrón.

San Pablo habla de una clase de personas para quienes la aparición del Señor vendrá sin que la hayan esperado. Como ladrón en la noche, así viene el día del Señor. Cuando los hombres estén diciendo: “Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, ... y no escaparán.” Pero agrega también, refiriéndose a los que han tomado en cuenta la amonestación del Salvador: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón; porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día; no somos de la noche, ni de las tinieblas.” 1 Tesalonicenses 5:2-5
RVR1960 2 Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; 3 que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. 4 Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. 5 Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. NTV 2 Pues ustedes saben muy bien que el día del regreso del Señor llegará inesperadamente, como un ladrón en la noche. 3 Cuando la gente esté diciendo: «Todo está tranquilo y seguro», entonces le caerá encima la catástrofe tan repentinamente como le vienen los dolores de parto a una mujer embarazada; y no habrá escapatoria posible. 4 Pero ustedes, amados hermanos, no están a oscuras acerca de estos temas, y no serán sorprendidos cuando el día del Señor venga como un ladrón. 5 Pues todos ustedes son hijos de la luz y del día; no pertenecemos a la oscuridad y a la noche.

Así quedó demostrado que las Sagradas Escrituras no autorizan a los hombres a permanecer ignorantes con respecto a la proximidad de la venida de Cristo. Pero los que no buscaban más que un pretexto para rechazar la verdad, cerraron sus oídos a esta explicación, y las palabras: “Empero del día y hora nadie sabe” seguían siendo repetidas por los atrevidos escarnecedores y hasta por los que profesaban ser ministros de Cristo. Cuando la gente se despertaba y empezaba a inquirir el camino de la salvación, los maestros en religión se interponían entre ellos y la verdad, tratando de tranquilizar sus temores con falsas interpretaciones de la Palabra de Dios. Los atalayas infieles colaboraban en la obra del gran engañador, clamando: Paz, paz, cuando Dios no había hablado de paz. Como los fariseos en tiempo de Cristo, muchos se negaban a entrar en el reino de los cielos, e impedían a los que querían entrar. La sangre de esas almas será demandada de sus manos.

Los miembros más humildes y piadosos de las iglesias eran generalmente los primeros en aceptar el mensaje. Los que estudiaban la Biblia por sí mismos no podían menos que echar de ver que el carácter de las opiniones corrientes respecto de la profecía era contrario a las Sagradas Escrituras; y dondequiera que el pueblo no estuviese sujeto a la influencia del clero y escudriñara la Palabra de Dios por sí mismo, la doctrina del advenimiento no necesitaba más que ser cotejada con las Escrituras para que se reconociese su autoridad divina.

Muchos fueron perseguidos por sus hermanos incrédulos. Para conservar sus puestos en las iglesias, algunos consintieron en guardar silencio respecto a su esperanza; pero otros sentían que la fidelidad para con Dios les prohibía tener así ocultas las verdades que él les había comunicado. No pocos fueron excluidos de la comunión de la iglesia por la única razón de haber dado expresión a su fe en la venida de Cristo. Muy valiosas eran estas palabras del profeta dirigidas a los que sufrían esa prueba de su fe: “Vuestros hermanos los que os aborrecen, y os niegan por causa de mi nombre, dijeron: Glorifíquese Jehová. Mas él se mostrará con alegría vuestra, y ellos serán confundidos.” Isaías 66:5
RVR1960 5 Oíd palabra de Jehová, vosotros los que tembláis a su palabra: Vuestros hermanos que os aborrecen, y os echan fuera por causa de mi nombre, dijeron: Jehová sea glorificado. Pero él se mostrará para alegría vuestra, y ellos serán confundidos. NTV 5 Escuchen este mensaje del Señor, ustedes que tiemblan ante sus palabras: «Su propio pueblo los odia y los expulsa por ser leales a mi nombre. “¡Que el Señor sea honrado! — se burlan — . ¡Alégrense en él!”. Pero ellos serán avergonzados.

Los ángeles de Dios observaban con el más profundo interés el resultado de la amonestación. Cuando las iglesias rechazaban el mensaje, los ángeles se apartaban con tristeza. Sin embargo, eran muchos los que no habían sido probados con respecto a la verdad del advenimiento. Muchos se dejaron descarriar por maridos, esposas, padres o hijos, y se les hizo creer que era pecado prestar siquiera oídos a las herejías enseñadas por los adventistas. Los ángeles recibieron orden de velar fielmente sobre esas almas, pues otra luz había de brillar aún sobre ellas desde el trono de Dios.

Los que habían aceptado el mensaje velaban por la venida de su Salvador con indecible esperanza. El tiempo en que esperaban ir a su encuentro estaba próximo. Y a esa hora se acercaban con solemne calma. Descansaban en dulce comunión con Dios, y esto era para ellos prenda segura de la paz que tendrían en la gloria venidera. Ninguno de los que abrigaron esa esperanza y esa confianza pudo olvidar aquellas horas tan preciosas de expectación. Pocas semanas antes del tiempo determinado dejaron de lado la mayor parte de los negocios mundanos. Los creyentes sinceros examinaban cuidadosamente todos los pensamientos y emociones de sus corazones como si estuviesen en el lecho de muerte y como si tuviesen que cerrar pronto sus ojos a las cosas de este mundo. No se trataba de hacer “vestidos de ascensión” (véase el Apéndice.), pero todos sentían la necesidad de una prueba interna de que estaban preparados para recibir al Salvador; sus vestiduras blancas eran la pureza del alma, y un carácter purificado de pecado por la sangre expiatoria de Cristo. ¡Ojalá hubiese aún entre el pueblo que profesa pertenecer a Dios el mismo espíritu para estudiar el corazón, y la misma fe sincera y decidida! Si hubiesen seguido humillándose así ante el Señor y dirigiendo sus súplicas al trono de misericordia, poseerían una experiencia mucho más valiosa que la que poseen ahora. No se ora lo bastante, escasea la comprensión de la condición real del pecado, y la falta de una fe viva deja a muchos destituídos de la gracia tan abundantemente provista por nuestro Redentor.

Dios se propuso probar a su pueblo. Su mano cubrió el error cometido en el cálculo de los períodos proféticos. Los adventistas no descubrieron el error, ni fue descubierto tampoco por los más sabios de sus adversarios. Estos decían: “Vuestro cálculo de los períodos proféticos es correcto. Algún gran acontecimiento está a punto de realizarse; pero no es lo que predice Miller; es la conversión del mundo, y no el segundo advenimiento de Cristo.” Véase el Apéndice.

Pasó el tiempo de expectativa, y no apareció Cristo para libertar a su pueblo. Los que habían esperado a su Salvador con fe sincera, experimentaron un amargo desengaño. Sin embargo los designios de Dios se estaban cumpliendo: Dios estaba probando los corazones de los que profesaban estar esperando su aparición. Había muchos entre ellos que no habían sido movidos por un motivo más elevado que el miedo. Su profesión de fe no había mejorado sus corazones ni sus vidas. Cuando el acontecimiento esperado no se realizó, esas personas declararon que no estaban desengañadas; no habían creído nunca que Cristo vendría. Fueron de los primeros en ridiculizar el dolor de los verdaderos creyentes.

Pero Jesús y todas las huestes celestiales contemplaron con amor y simpatía a los creyentes que fueron probados y fieles aunque chasqueados. Si se hubiese podido descorrer el velo que separa el mundo visible del invisible, se habrían visto ángeles que se acercaban a esas almas resueltas y las protegían de los dardos de Satanás.

This page was produced by
Estudia la Biblia Hoy
estudialabibliahoy.com


Australia/Sydney : 20221229-040534 : 1626149781039 : 1635921951653

21/43