Dios es Amor — Estudia la Biblia Hoy





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Dios es Amor
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Fabián Galindo
Obrero Bíblico Laico

Introducción

Queridos hermanos y hermanas, es un honor estar aquí hoy para explorar juntos un tema que es el corazón mismo de nuestra fe: el amor de Dios. El amor es un lenguaje universal que conecta a la humanidad y que tiene su origen en nuestro Padre celestial.

Comencemos con una oración, pidiendo al Espíritu Santo que abra nuestros corazones a la comprensión profunda del amor de Dios.

I. Dios es amor

A. La Esencia Divina: Dios es Amor

Nuestro viaje hacia el entendimiento del amor de Dios empieza con una declaración impactante de Juan: "El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor" 1 Juan 4:8
RVR1960 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. NTV 8 pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
Esta frase resume la esencia del carácter de Dios. Pero, ¿qué significa que Dios es amor? Elena de White nos guía con su sabiduría, afirmando que "Dios es amor.

"Dios es amor. Su naturaleza, su ley, es amor. Es la vida del gran universo. De amor se derrama sobre nosotros la luz del cielo" (El Deseado de todas las gentes, p. 13).

“Dios es amor” está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba. Los hermosos pájaros que llenan el aire de melodías con sus preciosos cantos, las flores exquisitamente matizadas que en su perfección perfuman el aire, los elevados árboles del bosque con su rico follaje de viviente verdor, todo da testimonio del tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y de su deseo de hacer felices a sus hijos.” — El Camino a Cristo, 7, 8

Imaginen, hermanos, cómo este amor fluye constantemente sobre nosotros, iluminándonos con la luz del cielo.

II. El amor de Dios manifestado en Jesús

En 1 Juan 4:10
RVR1960 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. NTV 10 En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.
leemos: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados".

A. El Sacrificio de Amor: Jesús, Manifestación del Amor Divino

El amor divino es más que una declaración. Fue manifestado en la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Elena de White nos guía a través de sus palabras:

"El amor divino, abnegado y sacrificado de Cristo, es la manifestación del amor del Padre celestial" (El Deseado de todas las gentes, p. 19).

B. El sacrificio de Jesús demuestra el amor sacrificado de Dios.

Leamos Juan 12:31-32
RVR1960 31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. 32 Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. NTV 31 Ha llegado el tiempo de juzgar a este mundo, cuando Satanás — quien gobierna este mundo — será expulsado. 32 Y, cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí».

“Cristo vino para manifestar el amor de Dios al mundo, para atraer los corazones de todos hacia él… El primer paso hacia la salvación es responder a la atracción del amor de Cristo. Dios envía a la gente mensaje tras mensaje para suplicarle que se arrepientan, para poder perdonarles y escribir perdón al lado de sus nombres. ¿No habrá arrepentimiento? ¿Serán desoídas sus exhortaciones? ¿Serán ignoradas sus propuestas de misericordia y será completamente rechazado su amor?” SSJ 364.2

III. El amor de Dios es eterno y fiel

La Biblia nos revela a un Dios que es “misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia y verdad” Éxodo 34:6
RVR1960 6 Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ! ! Jehová! ! ! Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; NTV 6 El Señor pasó por delante de Moisés proclamando: «¡Yahveh! ¡El Señor! ¡El Dios de compasión y misericordia! Soy lento para enojarme y estoy lleno de amor inagotable y fidelidad.
Esta descripción del Dios del Antiguo Testamento nos recuerda su amor eterno y su fidelidad constante.

“El amor de Dios es algo más que una simple negación; es un principio positivo y eficaz, una fuente viva que corre eternamente para beneficiar a otros. Si el amor de Cristo mora en nosotros, no sólo no abrigaremos odio alguno hacia nuestros semejantes, sino que trataremos de manifestarles nuestro amor de toda manera posible.” — El Discurso Maestro de Jesucristo 53 (1896)

A través de todas las edades, su amor nunca ha abandonado a la humanidad. Las palabras de Elena de White nos confortan:

“El amor de Dios no ha abandonado jamás a la raza humana” (Eventos de los Últimos Días, p. 60).

IV. Amar a Dios y a nuestro prójimo

A. Jesús resumió la ley divina en dos grandes mandamientos:

Leamos Mateo 22:37-39
RVR1960 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. NTV 37 Jesús contestó: — “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” . 38 Este es el primer mandamiento y el más importante. 39 Hay un segundo mandamiento que es igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”

Esta doble responsabilidad refleja el carácter de Dios. Elena de White lo explica:

“El amor a Dios y al prójimo resume los requerimientos de la ley divina” (El Discurso Maestro de Jesucristo, p. 32).

B. El Cumplimiento de la Ley en el Amor

La relación entre estos dos mandamientos no es casual. Jesús establece un vínculo inseparable entre amar a Dios y amar al prójimo. ¿Por qué? Porque el amor verdadero a Dios se manifiesta naturalmente en el amor al prójimo.

Cuando amamos a Dios, su amor fluye a través de nosotros hacia los demás. Al mismo tiempo, amar al prójimo es una demostración tangible de nuestro amor a Dios. Estos mandamientos no son dos conceptos aislados, sino una expresión unificada del amor.

Amar a Dios nos lleva a amar a los demás, porque el amor auténtico siempre busca el bienestar del otro.

V. El amor de Dios nos transforma

A. Leamos 1 Juan 3:16
RVR1960 16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. NTV 16 Conocemos lo que es el amor verdadero, porque Jesús entregó su vida por nosotros. De manera que nosotros también tenemos que dar la vida por nuestros hermanos.

“En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por los hermanos”.

El amor de Dios, encarnado en Jesús, nos transforma. Elena de White agrega:

“El amor de Cristo, que se manifiesta en el corazón, transforma la vida” (Consejos para los Maestros, Padres y Alumnos, p. 75).

El amor sacrificial de Cristo nos capacita para amar de la misma manera, trascendiendo nuestras propias necesidades.

B. La Transformación en Amor

2 Tesalonicenses 3:5
RVR1960 5 Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo. NTV 5 Que el Señor les guíe el corazón a un entendimiento total y a una expresión plena del amor de Dios, y a la perseverancia con paciencia que proviene de Cristo.

“Que el Señor los lleve a amar como Dios ama, y a perseverar como Cristo perseveró.”

“El pecador puede llegar a ser un hijo de Dios, un heredero del cielo. Puede levantarse del polvo y permanecer revestido con la vestimenta de la luz... Con cada paso que da, ve nuevas bellezas en Cristo, y se asemeja más y más a él en carácter.
El amor que se manifestó hacia él en la muerte de Cristo despierta una respuesta de amor agradecido, y como una contestación a la oración sincera el creyente es conducido de gracia a gracia, de gloria en gloria, hasta que al contemplar a Cristo, sea cambiado a la misma imagen.” Dios nos Cuida 24

La esencia de estos mandamientos es que son una expresión de amor, y el amor es transformador. Cuando amamos a Dios y a nuestro prójimo, nuestra vida cambia. Las prioridades cambian. Nuestra perspectiva cambia. Elena de White resalta que el amor a Dios y al prójimo "resume los requerimientos de la ley divina". Cuando vivimos en este amor, cumplimos naturalmente con lo que Dios desea de nosotros.

VI. Experimentando el amor de Dios

A. El gran amor de Dios

Leamos Juan 3:16
RVR1960 16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. NTV 16 »Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

“El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, formulada después de la caída de Adán.
Fue una revelación “del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos”. Romanos 16:25
RVR1960 25 Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, NTV 25 Que toda la gloria sea para Dios, quien puede fortalecerlos tal como expresa la Buena Noticia. En ese mensaje acerca de Jesucristo se ha revelado su plan para ustedes, los gentiles, un plan que estuvo guardado en secreto desde el principio del tiempo.
Fue una manifestación de los principios que desde edades eternas habían sido el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para hacer frente a la terrible emergencia. Tan grande fue su amor por el mundo, que se comprometió a dar a su Hijo unigénito “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”…: RJ 15.4

B. El amor de Dios cambia vidas

Romanos 12:2
RVR1960 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. NTV 2 No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.

“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.”

El amor de Dios es como un torrente inagotable que fluye desde los cielos hacia nuestras vidas. No es simplemente una emoción, ni una idea abstracta; es una fuerza dinámica y transformadora que tiene el poder de cambiar vidas por completo.
Cuando contemplamos el impacto del amor divino en la existencia humana, encontramos un relato de redención, restauración y renacimiento.
Imagina una vida marcada por la soledad, la desesperación y la falta de propósito. Es un cuadro triste y oscuro, como un lienzo en blanco sin ninguna pincelada de color.

Sin embargo, cuando el amor de Dios entra en ese lienzo, comienza a pintar un panorama completamente diferente. Los trazos de amor llenan los espacios vacíos con esperanza, compasión y propósito.

“El amor de Cristo es profundo y ferviente y fluye como una corriente irresistible para todos los que lo aceptan. No hay egoísmo en su amor. Si este amor de origen celestial es un principio que mora en el corazón, se manifestará, no sólo a aquellos que amamos más dentro de una relación sagrada, sino a todos con los que entramos en contacto. Nos guiará a otorgar pequeños actos de atención, a hacer concesiones, a ejercer acciones bondadosas, a hablar palabras tiernas, verdaderas y animadoras. Nos conducirá a simpatizar con aquellos cuyos corazones tienen sed de simpatía.” Dios nos Cuida 19

C. El amor de Dios implantado en el corazon

La transformación espiritual no es un simple cambio externo; es una obra interna y profunda del Espíritu Santo. Cuando abrimos nuestros corazones a Cristo, su amor es implantado en nosotros. Este amor se convierte en el motor que guía nuestras acciones y decisiones. Ya no somos gobernados por el egoísmo, sino que somos guiados por el deseo genuino de amar y servir a los demás.

“Por medio de la gracia de Cristo implantada en el corazón se produce el cambio a una vida de acuerdo con la voluntad de Dios. Ella escribió:

“Cuando un hombre se convierte a Dios, adquiere un nuevo gusto moral, le es dada una nueva fuerza motriz y ama las cosas que Dios ama, pues su vida está unida con la vida de Jesús” Mensajes Selectos 1966, t. 1, p. 394

Las Escrituras y los escritos de Elena de White están llenos de testimonios que atestiguan cómo el amor de Dios ha tocado vidas y las ha transformado.

D. Jesús nuestro sustituto

Romanos 5:8
RVR1960 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. NTV 8 pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.

“Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

El Cristo crucificado en el madero en nuestro lugar fue el sacrificio del cielo para nuestra remisión, para hacernos libres 1 Pedro 2:24
RVR1960 24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. NTV 24 Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz, para que nosotros podamos estar muertos al pecado y vivir para lo que es recto. Por sus heridas, ustedes son sanados.
. El pagó lo que nosotros adeudabamos, con su muerte nos redimió, Su sacrificio vicario en la cruz, derramando su sangre en nuestro favor, sustituyéndonos a cada uno de nosotros para que pudieramos ser salvos.

“Tan pronto como hubo pecado, hubo un Salvador. Cristo sabía lo que tendría que sufrir, sin embargo se convirtió en el sustituto del hombre. Tan pronto como pecó Adán, el Hijo de Dios se presentó como fiador por la raza humana.” — The S.D.A. Bible Commentary 1:1084.

“Pensad cuánto le costó a Cristo dejar los atrios celestiales y ocupar su puesto a la cabeza de la humanidad. ¿Por qué hizo eso? Porque era el único que podía redimir la raza caída. No había un ser humano en el mundo que estuviera sin pecado. El Hijo de Dios descendió de su trono celestial, depuso su manto real y corona regia y revistió su divinidad con humanidad. Vino a morir por nosotros, a yacer en la tumba como deben hacerlo los seres humanos y a ser resucitado para nuestra justificación.” En los Lugares Celestiales 15.3

E. Permítanme compartir un testimonio breve...

Ana había enfrentado una serie de dificultades en su vida: la pérdida de su trabajo, problemas de salud y tensiones en su familia. Cada día parecía una batalla cuesta arriba, y su corazón estaba cargado de preocupación y tristeza. Se sentía como si el mundo se hubiera oscurecido a su alrededor.

En su búsqueda de alivio y consuelo, Ana recurrió a la oración. Cada mañana, encontraba un rincón tranquilo en su hogar y se entregaba a la presencia de Dios. Lloraba y compartía sus angustias, esperando encontrar alguna respuesta. A medida que pasaba el tiempo, Ana comenzó a sentir una calma interior, una sensación de que no estaba sola en su lucha.

Un día, mientras leía las Escrituras, Ana encontró el versículo que encontramos en:

Romanos 8:38-39
RVR1960 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. NTV 38 Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. 39 Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.

"Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."

Estas palabras resonaron en su corazón de una manera profunda y significativa.
Poco a poco, Ana comenzó a sentir un cambio en su perspectiva. A pesar de las circunstancias difíciles que la rodeaban, comenzó a experimentar una paz que no podía explicar.

Se dio cuenta de que, a pesar de las tormentas que enfrentaba, el amor de Dios seguía siendo constante y firme. Se sentía sostenida por ese amor, y encontró la fuerza para enfrentar cada día con valentía.

Con el tiempo, las circunstancias de Ana comenzaron a mejorar. Encontró apoyo en su familia y amigos, y gradualmente recuperó su salud.
Pero lo más importante, Ana había experimentado el amor incondicional de Dios de una manera que transformó su vida. Aprendió que, sin importar lo oscuro que pareciera el camino, el amor de Dios siempre brillaría como una luz de esperanza.
La experiencia de Ana nos recuerda que el amor de Dios no es solo una doctrina teológica, sino una realidad que podemos experimentar en nuestras vidas.

A través de su amor, encontramos fortaleza en la debilidad, esperanza en la desesperación y consuelo en medio de la aflicción. Como Ana, cada uno de nosotros puede encontrar consuelo y transformación al permitir que el amor de Dios inunde nuestras vidas.

Conclusión

Hermanos y hermanas, el amor de Dios es el cimiento de nuestra fe y el motor de nuestras acciones. Recordemos que Dios es amor, que su amor se manifestó en Jesús, que es eterno y fiel, que nos llama a amar a Dios y a nuestro prójimo, y que este amor transformador es un regalo que podemos recibir y compartir.

Que este mensaje resuene en nuestros corazones mientras enfrentamos los desafíos de la vida diaria. Oremos juntos, agradeciendo a Dios por su inmenso amor y pidiendo su gracia para vivir en ese amor y compartirlo con el mundo que nos rodea. Amén.

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