Fabián Galindo
Obrero Bíblico Laico
Introducción
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos reunimos para explorar un aspecto conmovedor de la vida de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo: las tres ocasiones en las que Él derramó lágrimas según lo registrado en las Escrituras. A menudo, se nos presenta a Jesús como el príncipe de la paz y el Hijo de Dios lleno de amor y compasión, pero no debemos olvidar que también experimentó el dolor y la tristeza que son parte de la experiencia humana. A través de estas tres instancias, aprenderemos lecciones profundas sobre la humanidad de Jesús y Su amor incondicional por nosotros.
I. Las lágrimas de compasión en Betania
Juan 11:32-35
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32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,
34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
35 Jesús lloró.
NTV
32 Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: — Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Cuando Jesús la vio llorando y vio a la gente lamentándose con ella, se enojó en su interior y se conmovió profundamente.
34 — ¿Dónde lo pusieron? — les preguntó. Ellos le dijeron: — Señor, ven a verlo.
35 Entonces Jesús lloró.
Comencemos nuestro viaje en el Evangelio de Juan, capítulo 11, donde se nos relata una de las ocasiones más conmovedoras en las que Jesús lloró. Aquí, vemos a Jesús en la casa de su amigos, Lázaro, quien había muerto y yacía en el sepulcro. Cuando Jesús llega a Betania, se encuentra con María, la hermana de Lázaro, quien estaba angustiada por la muerte de su hermano. Veamos el versículo 33-35:
"Cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que la acompañaban que también lloraban, se estremeció en su espíritu y se conmovió. Y dijo: ¿Dónde lo pusieron? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró." Juan 11:33-35
RVR1960 33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. 35 Jesús lloró. NTV 33 Cuando Jesús la vio llorando y vio a la gente lamentándose con ella, se enojó en su interior y se conmovió profundamente. 34 — ¿Dónde lo pusieron? — les preguntó. Ellos le dijeron: — Señor, ven a verlo. 35 Entonces Jesús lloró.
“¿Dónde le pusisteis? — preguntó. — Dícenle: Señor, ven y ve.” Juntos se dirigieron a la tumba. Era una escena triste. Lázaro había sido muy querido, y sus hermanas le lloraban con corazones quebrantados, mientras que los que habían sido sus amigos mezclaban sus lágrimas con las de las hermanas enlutadas. A la vista de esta angustia humana, y por el hecho de que los amigos afligidos pudiesen llorar a sus muertos mientras el Salvador del mundo estaba al lado, “lloró Jesús.” Aunque era Hijo de Dios, había tomado sobre sí la naturaleza humana y le conmovía el pesar humano. Su corazón compasivo y tierno se conmueve siempre de simpatía hacia los dolientes. Llora con los que lloran y se regocija con los que se regocijan. DTG 490.2
Comentario
Jesús, en este momento, no solo comparte en la tristeza de María y los demás, sino que también siente una profunda compasión por ellos. Aunque Jesús sabía que iba a resucitar a Lázaro, no pudo evitar conmoverse ante el dolor que la muerte había causado a sus seres queridos. Esto nos revela un aspecto crucial de la naturaleza de Jesús: Él es un Salvador que se identifica con nuestro sufrimiento y nuestras pérdidas. Él se preocupa por nosotros en nuestros momentos más oscuros y nos muestra que no estamos solos en nuestras pruebas.
• Jesús comparte en el sufrimiento
En esta primera instancia, vemos cómo Jesús comparte en el dolor y la tristeza de los seres queridos de Lázaro, mostrando su profunda compasión por ellos.
“No lloró Cristo sólo por la escena que tenía delante de sí. Descansaba sobre él el peso de la tristeza de los siglos. vio los terribles efectos de la transgresión de la ley de Dios. vio que en la historia del mundo, empezando con la muerte de Abel, había existido sin cesar el conflicto entre lo bueno y lo malo. Mirando a través de los años venideros, vio los sufrimientos y el pesar, las lágrimas y la muerte que habían de ser la suerte de los hombres. Su corazón fue traspasado por el dolor de la familia humana de todos los siglos y de todos los países. Los ayes de la raza pecaminosa pesaban sobre su alma, y la fuente de sus lágrimas estalló mientras anhelaba aliviar toda su angustia.” DTG 491.2
II. Las lágrimas de angustia en Getsemaní
Mateo 26:36-39
RVR1960
(Mr. 14.
32-42; Lc. 22.
39-46)
36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.
39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
NTV
36 Entonces Jesús fue con ellos al huerto de olivos llamado Getsemaní y dijo: «Siéntense aquí mientras voy allí para orar».
37 Se llevó a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y comenzó a afligirse y angustiarse.
38 Les dijo: «Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y velen conmigo».
39 Él se adelantó un poco más y se inclinó rostro en tierra mientras oraba: «¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».
Nuestra siguiente parada nos lleva al Jardín de Getsemaní, donde Jesús experimentó una angustia abrumadora en anticipación de su crucifixión.
Hebreos 5:7
, leemos:
RVR1960
7 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.
NTV
7 Mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía.
"El que en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente."
"Luego llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y les dijo a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá y oro. Y llevando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras." Mateo 26:36-39
RVR1960 (Mr. 14.
32-42; Lc. 22.
39-46) 36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.NTV 36 Entonces Jesús fue con ellos al huerto de olivos llamado Getsemaní y dijo: «Siéntense aquí mientras voy allí para orar». 37 Se llevó a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y comenzó a afligirse y angustiarse. 38 Les dijo: «Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y velen conmigo». 39 Él se adelantó un poco más y se inclinó rostro en tierra mientras oraba: «¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».
Comentario
En este pasaje, vemos a Jesús abrumado por la angustia y la tristeza que lo invaden antes de enfrentar el calvario. Sus lágrimas en Getsemaní nos enseñan que, aunque Jesús era plenamente divino, también era completamente humano y experimentaba emociones intensas como cualquier ser humano. Su petición al Padre, "si es posible, pase de mí esta copa," revela su humanidad y su deseo de evitar el sufrimiento, pero al final, se somete a la voluntad divina.
“La agonía de Cristo no cesó, pero le abandonaron su depresión y desaliento. La tormenta no se había apaciguado, pero el que era su objeto fue fortalecido para soportar su furia. Salió de la prueba sereno y henchido de calma. Una paz celestial se leía en su rostro manchado de sangre. Había soportado lo que ningún ser humano hubiera podido soportar; porque había gustado los sufrimientos de la muerte por todos los hombres.” DTG 643.1
• La humanidad de Jesús en Getsemaní
La humanidad de Jesús se destaca cuando enfrenta una angustia extrema antes de su crucifixión. Nos muestra cómo, a pesar de ser divino, Jesús experimenta intensas emociones humanas, aquí refleja su humanidad y medita ante la muerte.
. . . “Cuando Jesús vino a ellos, los halló otra vez dormidos. Otra vez había sentido un anhelo de compañía, de oír de sus discípulos algunas palabras que le aliviasen y quebrantasen el ensalmo de las tinieblas que casi le dominaban. Pero “los ojos de ellos estaban cargados; y no sabían qué responderle.” Su presencia los despertó. Vieron su rostro surcado por el sangriento sudor de la agonía, y se llenaron de temor. No podían comprender su angustia mental. “Tan desfigurado, era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán.” DTG 641.1
• La rendición a la voluntad divina
Aquí, resaltamos la rendición de Jesús a la voluntad de Dios a pesar de su angustia. Esta actitud nos inspira a confiar en Dios en nuestros momentos más difíciles.
“La suerte de la humanidad pendía de un hilo. Cristo podía aun ahora negarse a beber la copa destinada al hombre culpable. Todavía no era demasiado tarde. Podía enjugar el sangriento sudor de su frente y dejar que el hombre pereciese en su iniquidad. Podía decir: Reciba el transgresor la penalidad de su pecado, y yo volveré a mi Padre. ¿Beberá el Hijo de Dios la amarga copa de la humillación y la agonía? ¿Sufrirá el inocente las consecuencias de la maldición del pecado, para salvar a los culpables? Las palabras caen temblorosamente de los pálidos labios de Jesús: “Padre mío, si no puede este vaso pasar de mí sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.” DTG 641.2
Esta experiencia nos enseña a confiar en Dios incluso en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Jesús modela la rendición ante la voluntad de Dios, recordándonos que, a pesar del sufrimiento, el plan de Dios es siempre perfecto y redentor.
III. Las lágrimas de lamento sobre Jerusalén
Lucas 19:41-44
RVR1960
41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
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41 Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar, diciendo:
42 «¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos.
43 No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados.
44 Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no reconociste cuando Dios te visitó».
Nuestra última parada nos lleva a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, un momento en el que muchos lo aclamaban como rey. Sin embargo, en lugar de regocijarse, Jesús lloró por la ciudad. En Lucas 19:41-44
, leemos:
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41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
NTV
41 Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar, diciendo:
42 «¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos.
43 No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados.
44 Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no reconociste cuando Dios te visitó».
"Y cuando se acercó y vio la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación." Lucas 19:41-44
RVR1960 41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. NTV 41 Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar, diciendo: 42 «¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos. 43 No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados. 44 Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no reconociste cuando Dios te visitó».
Comentario
Jesús, en este pasaje, llora por la incredulidad y el rechazo de Jerusalén a Su mensaje y a Su venida. Su corazón está lleno de tristeza porque sabe que esta ciudad sufrirá graves consecuencias debido a su negativa a reconocerlo como el Mesías. Sus lágrimas son un testimonio de Su amor y deseo de ver a las personas arrepentirse y encontrar la paz en Él.
. . . “¡Mirad al Rey del cielo derramando copioso llanto! ¡Ved al Hijo del Dios infinito turbado en espíritu y doblegado bajo el peso del dolor! Los cielos se llenaron de asombro al contemplar semejante escena. que pone tan de manifiesto la culpabilidad enorme del pecado, y que nos enseña lo que le cuesta, aun al poder infinito, salvar al pecador de las consecuencias que le acarrea la transgresión de la ley de Dios. Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vio al mundo envuelto en un engaño semejante al que provocó la destrucción de Jerusalén.” CS 25
. . . “La gracia había sido rechazada, habían abusado de los privilegios, las oportunidades habían sido despreciadas. El pueblo había estado acumulando las nubes del castigo que, sin mezcla de misericordia, estaba por estallar sobre ellos. Con palabras entrecortadas y quebrantadas Cristo exclamó: "¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos". La sentencia irrevocable fue pronunciada” (MS 30, 1890).
Este pasaje nos recuerda la importancia de reconocer la obra de Dios en nuestras vidas y no rechazarla. Jesús lloró por aquellos que no comprendieron Su venida y, en última instancia, sufrieron las consecuencias de su incredulidad. Nos insta a aprovechar las oportunidades que Dios nos brinda para buscar Su paz y salvación.
• El lamento por la incredulidad
Este subtítulo subraya el lamento de Jesús por la incredulidad y el rechazo de Jerusalén. Nos recuerda la importancia de reconocer la obra de Dios en nuestras vidas.
“Cristo vio en Jerusalén un símbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelión que corría presuroso recibir el pago de la justicia de Dios. Los lamentos de una caída raza oprimían el alma del Señor, y le Hicieron prorrumpir en esas expresiones de dolor. Vio además las profundas huellas del pecado marcadas por la miseria humana con lágrimas y sangre; su tierno corazón se conmovió de compasión infinita por las víctimas de los padecimientos y aflicciones de la tierra; anheló salvarlos a todos.” CS 25
• La llamada a aprovechar las oportunidades divinas
"Porque dice:
En tiempo aceptable te he oído,
Y en día de salvación te he socorrido.
He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación." 2 Corintios 6:2
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2 Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. m He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.
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2 Pues Dios dice: «En el momento preciso, te oí. En el día de salvación te ayudé». Efectivamente, el «momento preciso» es ahora. Hoy es el día de salvación.
Tenemos que aprovechar al máximo nuestras oportunidades presentes. No se nos dará otro tiempo de gracia en el cual prepararnos para el cielo. Esta es nuestra única y última oportunidad para formar caracteres que nos harán idóneos para el futuro hogar que el Señor ha preparado para todos los que son obedientes a sus mandamientos. — Carta 20, 1899.
Destacamos la llamada de Jesús a aprovechar las oportunidades divinas y buscar Su paz y salvación. Esto nos desafía a ser conscientes de las oportunidades espirituales que se nos presentan.
IV. Las lágrimas de Jesús y el llamado a la compasión
Mateo 9:35-38
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35 Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
NTV
35 Jesús recorrió todas las ciudades y aldeas de esa región, enseñando en las sinagogas y anunciando la Buena Noticia acerca del reino; y sanaba toda clase de enfermedades y dolencias.
36 Cuando vio a las multitudes, les tuvo compasión, porque estaban confundidas y desamparadas, como ovejas sin pastor.
37 A sus discípulos les dijo: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos.
38 Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos».
• La compasión de Jesús por las multitudes
Enfatizamos la compasión de Jesús por las multitudes necesitadas, seres humanos enfermos, tristes que necesitaban de compasión y cómo esta compasión impulsó Su ministerio.
“Cuando Cristo vio las multitudes que se habían reunido alrededor de él, “tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. Cristo vio la enfermedad, la tristeza, la necesidad y degradación de las multitudes que se agolpaban a su paso. Le fueron presentadas las necesidades y desgracias de la humanidad de todo el mundo. En los encumbrados y los humildes, los más honrados y los más degradados, veía almas que anhelaban las mismas bendiciones que él había venido a traer; almas que necesitaban solamente un conocimiento de su gracia para llegar a ser súbditos de su reino. “Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Mateo 9:37-38
. 6TPI 257.1
RVR1960 37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. NTV 37 A sus discípulos les dijo: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. 38 Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos».
• Llamados a ser obreros de la mies
Resaltamos aquí, el llamado de Jesús a ser obreros del evangelio, siguiendo Su ejemplo de compasión y acción por las almas que necesitan salvación.
“Hoy existe la misma necesidad. Hacen falta en el mundo obreros que trabajen como Cristo trabajó a favor de los dolientes y pecadores. Hay, a la verdad, una multitud que alcanzar. El mundo está lleno de enfermedad, sufrimiento, angustia y pecado. Está repleto de personas que necesitan que se las atienda: los débiles, los impotentes, los ignorantes, los degradados.” 6TPI 257.2
V. Las lágrimas de Jesús y la promesa de consuelo
Apocalipsis 21:3-4
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3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
NTV
3 Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos.
4 Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más».
• La promesa de consuelo en el cielo
En esta parte resaltamos la promesa de que Dios enjugará todas las lágrimas en el cielo y nos consolará completamente.
“Allí está la nueva Jerusalén, que tiene “la gloria de Dios”, y su fulgor “semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Apocalipsis 21:11
. Dijo el Señor: “Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo”. Isaías 65:19
RVR1960 11 teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. NTV 11 Resplandecía de la gloria de Dios y brillaba como una piedra preciosa, como un jaspe tan transparente como el cristal. . “El tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Apocalipsis 21:3-4
RVR1960 19 Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor. NTV 19 Me gozaré por Jerusalén y me deleitaré en mi pueblo. Y el sonido de los llantos y los lamentos jamás se oirá en ella. HR 451.2
RVR1960 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. NTV 3 Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. 4 Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más».
• La esperanza en medio de las aflicciones terrenales
"Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo."Romanos 15:13
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13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
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13 Le pido a Dios, fuente de esperanza, que los llene completamente de alegría y paz, porque confían en él. Entonces rebosarán de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo.
“Tenemos que vivir solamente un día a la vez, y si llegamos a conocer a fondo a Dios, él nos dará fuerza para soportar lo que vendrá mañana, gracia suficiente para cada día; y cada día encontraremos victorias lo mismo que aflicciones... Tenemos el mismo Dios que obró por su pueblo en los siglos pasados. Jesús se yergue a nuestro lado, ¿por qué vacilaremos? No, a medida que lleguen las pruebas, recibiremos el poder divino para hacerles frente” (MeM 96).
Recordamos cómo las promesas nos ofrecen consuelo y esperanza en medio de nuestras luchas y desafíos actuales.
Conclusión
Queridos hermanos y hermanas, a través de estas tres ocasiones en las que Jesús lloró en la Biblia, hemos obtenido una visión profunda de Su humanidad y Su compasión. Jesús lloró con María y los dolientes en Betania, compartiendo en su tristeza. Lloró en Getsemaní, mostrando Su angustia humana antes de Su crucifixión, y lloró sobre Jerusalén, lamentando la incredulidad y el rechazo de la ciudad.
Estas lágrimas nos recuerdan que Jesús es nuestro Salvador compasivo y que se preocupa profundamente por nosotros en nuestros momentos de tristeza y necesidad. También nos desafían a buscar la voluntad de Dios y a reconocer Su obra en nuestras vidas para evitar las consecuencias de la incredulidad.
Que estas lecciones nos inspiren a seguir a Jesús, confiar en Su amor incondicional y buscar la paz que solo Él puede brindar.
Hermanos y hermanas, a medida que reflexionamos sobre las lágrimas de Jesús en la Biblia y sus implicaciones para nuestras vidas, recordemos que Su compasión, Su identificación con nuestro sufrimiento y Su promesa de consuelo son un testimonio del profundo amor de Dios por nosotros.
Sigamos el ejemplo de Jesús, compartiendo Su amor y compasión con aquellos que nos rodean y manteniendo nuestra esperanza en la promesa de un futuro glorioso en la presencia de Dios, donde todas las lágrimas serán enjugadas y reemplazadas por la alegría eterna. En el nombre de Jesús, amén.